miércoles, 13 de junio de 2007

FORASTEROS EN EL INFIERNO




Por Antonin


He visitado cientos de veces este baño rancio con separación de fonolita. Lo vomité en el Sucucho, lo cagé en el Jean Puerto, lo oriné en el Lo de Pancho y lo jalé en el Roma. Valparaíso es un solo baño de cervezas de a litro, con universitarios panzones y una tracalada de hippies batuqueros.

Pero lejos lo peor son los poetas o los estudiantes de filosofía a medias. Esos Granujas sin destino aparecen a mitad de semana en inviernos sin lluvia, con sus miradas cristalinas y sus ropas con olor a naftalina, siempre dispuestos a violar con sus retóricas de vieja facultad a alguna muchacha forastera, la que cansada de su pieza con olor a universidad pública, buscará refugio en las resacas treinteañeras sin futuro.
Ya lo decía mi suicidado amigo pablo, las recién llegadas a carreras universitarias sospechosas, traen consigo la venganza de los pateando piedras. Con ellas corres el riesgo de acabar adicto a los bares de luces bajas y escuchando ciertos discos de trovadores decadentes.

El puerto es un purgatorio para chicos enredados, solos y faltos de cariño, donde las depresiones actúan como regulador de euforias y frenesís. Si eres depresivo fumas un paragua antes de todo o te haces amigo de las barras con olor a fritura. Con la sensación de abandono, las madrugadas entre Anibal Pinto y el puerto, en busca de alguien que llene algo que no se sabe, pueden terminar en algún clandestino saturado de almas con sabor a ron Dorado.

Hoy me encuentro entre cientos de chicos perdidos en la ciudad de la calentura, en un bar que se ubica a metros de dos universidades y un estadio. De fondo escucho los sonidos crudos del rock con olor a pescao. En la esquina, una pantalla emite el noticiero del canal estatal. Me pregunto donde estaremos en diez años más ¿En este mismo bar escuchando a las mismas bandas? ¿Casados, separados o jodidos por la mala vida? La cerveza provoca la mareada risa del “qué importa”. A esa hora, unos chicos con cara de mechones rematan las últimas bálticas del local. Se les ve borrachos y felices.

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